22 de marzo de 2015

La Educación Social en el nuevo modelo de bienestar social (2)

           La educación social. Miradas de futuro

En todo esto, la educación social tiene un papel crucial en tanto que es un derecho de la ciudadanía, una responsabilidad de la sociedad y de las instituciones de gobierno, tal y como se recoge en los documentos profesionalizadores de la Educación Social. Un papel transformador. El de empoderar a la sociedad civil para reapropiarse de aquellos lugares de reflexión, de acción, de lo común. Facilitar que la ciudadanía se apropie de un aspecto de la cultura, de aquello que les es común y desde un ejercicio reflexivo propiciar la postproducción de acciones socioeducativas para la comunidad.
En este punto, recuperar el sentido de ciudadanía, es esencial para la consecución de derechos y el ejercicio de la democracia. Una ciudadanía entendida como el empoderamiento de la persona del tiempo, el espacio, la cultura, Godotti. Es decir, que el sujeto sea activo y protagonista de la transformación de la realidad social. Aspecto que está resurgiendo en la sociedad, a través de los movimientos sociales tales como el 15M, y otras plataformas para reivindicar derechos por parte de la ciudadanía.
Recogiendo esto último, tenemos que ser los primeros implicados en las iniciativas sociales, tal y como se recoge en la Declaración de Valencia, una de las líneas de trabajo para los educadores y las educadoras sociales será, participación estable y activa en plataformas que están actuando como referentes sociales de la denuncia de la regresión social, tratando de colocar en ellas y en su discurso nuestra visión y la voz de los más vulnerables.
Devolver a la educación el papel de motor del desarrollo, ya que para lograr el desarrollo social es fundamental. Mirando a   la educación social como la formación integral que una sociedad es capaz de asegurar en un contexto determinado. Formar al sujeto y a la comunidad para vivir y convivir de forma democrática.  Aquí además se añade otro aspecto, la interculturalidad, en un mundo de diversidad y pluralidad como es nuestra sociedad, nos encontramos con medidas políticas que dañan la movilidad de las personas y la dignidad humana. Como educadores tenemos que ser altavoces de denuncia y promotores de iniciativas y acciones que planteen alternativas y abran caminos de diálogo y encuentro. Facilitar el encuentro, la comunicación, la escucha y el diálogo entre personas como una forma de vida; o como decía Freire, una comunidad que aprende a conversar, aprende a convivir.
Tenemos que ser los primeros en mirar hacia delante, recuperando así la misión prospectiva de la pedagogía que señala Ávila. La educación social tiene que construir conocimientos para llevarlos a la práctica. Ir más allá, transgredir las grietas del sistema a través de procesos de comunicación que involucren a la sociedad para lograr el bienestar y el bien común en la consecución por una vida digna, cuya base sea la justicia social, y no la caridad  que hoy en día vemos en muchas de las acciones sociales que surgen desde el Estado.
La educación social tiene que salir de un marco asistencialista, al cual algunos pretenden dirigir,  para pasar a un plano de protagonistas en la reivindicación social, y defender  la solidaridad como justicia social.
En un marco de globalización, la educación social tiene que orientar la intervención hacia la formación de ciudadanía en procesos tanto de de construcción de conocimiento como de  comunicación social al servicio del desarrollo humano y social, como ya he señalado. Y a demás, contribuir a la construcción de una ética global para la solidaridad y la justicia; la formación para el ejercicio activo de la ciudadanía local y global; y la consolidación de la democracia. (Yúren, 2005)
 Que tengamos como objetivo fortalecer a las personas para la defensa de su libertad y el desarrollo de la comunidad (Pérez Gómez, 1998).  Parafraseando a Freire (1997), la educación social nos exigiría entender la práctica educativa orientada a desarrollar «la capacidad de leer la realidad, decir la propia palabra y escribir la historia de la liberación personal y comunitaria».

Conclusiones

Los educadores y educadoras sociales, en esta situación de crisis donde los planteamientos institucionales están marcados por los recortes y las políticas de ajuste que llevan a nuestra profesión a caminar hacia el asistencialismo del Estado de Bienestar, debemos hacernos oír y ver en la realidad social. Participación y siendo la voz de aquellos que el sistema invisibiliza y aparta, usando el diálogo como herramienta de construcción de comunidad. Ser promotores del cambio social, para apartar el asistencialismo, buscando el vinculo entre ciudadanos, y el de estos con su entrono implicándose así en el destino de la comunidad.
El presente es un camino de lucha a contra corriente, de transgredir las fisuras del sistema para que sea el desarrollo humano y social el motor de progreso. Que la ciudadanía se apropie de la cultura, de los espacios, para así ejercer la democracia.
Entender que la lógica que ha sustentado el Estado de Bienestar, ya no existe, por lo que el centro de la atención social será la dignidad,  como apunta Carlos Sánchez Valverde. Las acciones que llevemos a cabo tienen que atender a la nueva realidad imperante, las situaciones de vulnerabilidad aumentan las posibilidades de padecer exclusión a partir de ciertas debilidades sociales. Provocados por los ámbitos de poder y de gobierno, pero cuyas consecuencias padece una ciudadanía sometida al precariado, a los recortes, a la austeridad. Pero también una ciudadanía que sabe decir basta, que está comprometida y convencida de que las cosas se pueden y deben hacerse de otro modo.
Debemos tener claro, que ante el aumento de los encargos sociales, dirigidos hacia el control, cual será nuestra respuesta como educadores. Tener claro a “quién nos debemos”, el por qué de nuestra profesión, las personas, y no a los gobiernos, no al poder. Ese control social, que unos pretenden, unido a la “asignación de destinos” que señala Violeta Núñez, nos tiene que alejar de ser meros barrenderos de la “basura humana” que el sistema genera, sino luchar por la justicia social, la cooperación y la construcción de una ciudadanía activa, crítica y política.
Por último añadir, que el pleno desarrollo de una sociedad y el bienestar de la ciudadanía no puede ni debe residir únicamente en toda iniciativa que parta desde la instituciones de Gobierno, aunque está claro que éste tiene una responsabilidad crucial, ya que el Estado somos todos.
Los educadores sociales, tenemos el compromiso de ser el altavoz de toda aquella injusticia, de promover e impulsar iniciativas ciudadanas que caminen en pro de la defensa de los derechos sociales y humanos, criticar políticas que fomenten la desigualdad. Denunciar todo aquello que no funcione y proponer, diseñar acciones en colaboración con movimientos sociales, iniciativas ciudadanas que en la actualidad son los transgresores de un sistema desigual, injusto que funciona por relaciones de poder político económicas.




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