25 de mayo de 2015


Micromachismos y Adolescencia


 Los micromachismos son pequeños abusos casi imperceptibles de control y opresión que algunos varones ejercen sobre la mujer. Son formas sutiles de dominación. La base y el caldo de cultivo de las demás formas de violencia de género.
Todo ello amparado y determinado por el sistema patriarcal, que determina las relaciones desiguales  entre hombres y mujeres. El machismo persiste en nuestra sociedad pero de una forma más sutil.
Los tipos de micromachismos abarcan desde la sobrecarga de tareas, la imposición de ideas, hasta la pérdida de autonomía de la mujer.
Creemos que hemos avanzado en el terreno de la igualdad para lo cierto es que  entre nuestros jóvenes hay más machistas que entre la generación anterior. Dato preocupante añadido a otro que señala que cada vez son más las jóvenes que acuden a los organismos dedicados a la ayuda a las víctimas de violencia de género. En el año 2013, según un informe de la fundación ANAR, 927 menores de edad llamaron a su teléfono. En total, un 17% más que en el año anterior. De ellas, un 58,9 % tenían 17 años; un 19,1% tenía 16 años, y un 12% tenían entre 13 y 14 años de edad.
Los mensajes que reciben los jóvenes se antojan contradictorios. A la vez que se hacen campañas contra la violencia de género, los mensajes que reciben a través de películas,, donde el abuso, los celos y el acoso son imperantes.  
A la vez que tienen más información y la teoría se la saben, a la hora de la verdad no saben reconocer situaciones donde la sutiliza de mensajes machistas las quita la libertad y las aleja de la libertad que tantas defendemos.
No permiten la violencia explícita de la pareja pero siguen sin saber frenar toda una serie de pautas machistas, confundiendo amor con control o con dependencia.
Y en lo que respecta a los varones adolescentes, siguen sin romper las cadenas que el patriarcado también les impone asimilando unas conductas culturales que poco tienen que ver con la igualdad, pero que tampoco reconocen como machistas ya que están “toleradas”. Tiene que dar el paso hacia las nuevas masculinidades *tema que hablaré en mi siguiente entrada.
Y ante esta situación ¿qué se puede hacer desde la educación, que podemos hacer los profesionales de todos ámbitos educativos? Primero empezar por fomentar una actitud crítica donde y segundo potenciar los nuevos modelos basados en el respeto y la igualdad.  
Como educadora social considero importante trabajar las identidades de hombres y mujeres a partir de estas referencias (roles y estereotipos de género) basadas en la desigualdad, para lograr el rechazo social abriendo paso así a las nuevas masculinidades, la crítica al sistema patriarcal y la plena igual de la mujer.

Porque lo que no se nombra no existe y lo que no se visibiliza no se ve.


 No solo duelen los golpes: https://www.youtube.com/watch?v=ZK4N0gCXMqk

22 de marzo de 2015

La Educación Social en el nuevo modelo de bienestar social (2)

           La educación social. Miradas de futuro

En todo esto, la educación social tiene un papel crucial en tanto que es un derecho de la ciudadanía, una responsabilidad de la sociedad y de las instituciones de gobierno, tal y como se recoge en los documentos profesionalizadores de la Educación Social. Un papel transformador. El de empoderar a la sociedad civil para reapropiarse de aquellos lugares de reflexión, de acción, de lo común. Facilitar que la ciudadanía se apropie de un aspecto de la cultura, de aquello que les es común y desde un ejercicio reflexivo propiciar la postproducción de acciones socioeducativas para la comunidad.
En este punto, recuperar el sentido de ciudadanía, es esencial para la consecución de derechos y el ejercicio de la democracia. Una ciudadanía entendida como el empoderamiento de la persona del tiempo, el espacio, la cultura, Godotti. Es decir, que el sujeto sea activo y protagonista de la transformación de la realidad social. Aspecto que está resurgiendo en la sociedad, a través de los movimientos sociales tales como el 15M, y otras plataformas para reivindicar derechos por parte de la ciudadanía.
Recogiendo esto último, tenemos que ser los primeros implicados en las iniciativas sociales, tal y como se recoge en la Declaración de Valencia, una de las líneas de trabajo para los educadores y las educadoras sociales será, participación estable y activa en plataformas que están actuando como referentes sociales de la denuncia de la regresión social, tratando de colocar en ellas y en su discurso nuestra visión y la voz de los más vulnerables.
Devolver a la educación el papel de motor del desarrollo, ya que para lograr el desarrollo social es fundamental. Mirando a   la educación social como la formación integral que una sociedad es capaz de asegurar en un contexto determinado. Formar al sujeto y a la comunidad para vivir y convivir de forma democrática.  Aquí además se añade otro aspecto, la interculturalidad, en un mundo de diversidad y pluralidad como es nuestra sociedad, nos encontramos con medidas políticas que dañan la movilidad de las personas y la dignidad humana. Como educadores tenemos que ser altavoces de denuncia y promotores de iniciativas y acciones que planteen alternativas y abran caminos de diálogo y encuentro. Facilitar el encuentro, la comunicación, la escucha y el diálogo entre personas como una forma de vida; o como decía Freire, una comunidad que aprende a conversar, aprende a convivir.
Tenemos que ser los primeros en mirar hacia delante, recuperando así la misión prospectiva de la pedagogía que señala Ávila. La educación social tiene que construir conocimientos para llevarlos a la práctica. Ir más allá, transgredir las grietas del sistema a través de procesos de comunicación que involucren a la sociedad para lograr el bienestar y el bien común en la consecución por una vida digna, cuya base sea la justicia social, y no la caridad  que hoy en día vemos en muchas de las acciones sociales que surgen desde el Estado.
La educación social tiene que salir de un marco asistencialista, al cual algunos pretenden dirigir,  para pasar a un plano de protagonistas en la reivindicación social, y defender  la solidaridad como justicia social.
En un marco de globalización, la educación social tiene que orientar la intervención hacia la formación de ciudadanía en procesos tanto de de construcción de conocimiento como de  comunicación social al servicio del desarrollo humano y social, como ya he señalado. Y a demás, contribuir a la construcción de una ética global para la solidaridad y la justicia; la formación para el ejercicio activo de la ciudadanía local y global; y la consolidación de la democracia. (Yúren, 2005)
 Que tengamos como objetivo fortalecer a las personas para la defensa de su libertad y el desarrollo de la comunidad (Pérez Gómez, 1998).  Parafraseando a Freire (1997), la educación social nos exigiría entender la práctica educativa orientada a desarrollar «la capacidad de leer la realidad, decir la propia palabra y escribir la historia de la liberación personal y comunitaria».

Conclusiones

Los educadores y educadoras sociales, en esta situación de crisis donde los planteamientos institucionales están marcados por los recortes y las políticas de ajuste que llevan a nuestra profesión a caminar hacia el asistencialismo del Estado de Bienestar, debemos hacernos oír y ver en la realidad social. Participación y siendo la voz de aquellos que el sistema invisibiliza y aparta, usando el diálogo como herramienta de construcción de comunidad. Ser promotores del cambio social, para apartar el asistencialismo, buscando el vinculo entre ciudadanos, y el de estos con su entrono implicándose así en el destino de la comunidad.
El presente es un camino de lucha a contra corriente, de transgredir las fisuras del sistema para que sea el desarrollo humano y social el motor de progreso. Que la ciudadanía se apropie de la cultura, de los espacios, para así ejercer la democracia.
Entender que la lógica que ha sustentado el Estado de Bienestar, ya no existe, por lo que el centro de la atención social será la dignidad,  como apunta Carlos Sánchez Valverde. Las acciones que llevemos a cabo tienen que atender a la nueva realidad imperante, las situaciones de vulnerabilidad aumentan las posibilidades de padecer exclusión a partir de ciertas debilidades sociales. Provocados por los ámbitos de poder y de gobierno, pero cuyas consecuencias padece una ciudadanía sometida al precariado, a los recortes, a la austeridad. Pero también una ciudadanía que sabe decir basta, que está comprometida y convencida de que las cosas se pueden y deben hacerse de otro modo.
Debemos tener claro, que ante el aumento de los encargos sociales, dirigidos hacia el control, cual será nuestra respuesta como educadores. Tener claro a “quién nos debemos”, el por qué de nuestra profesión, las personas, y no a los gobiernos, no al poder. Ese control social, que unos pretenden, unido a la “asignación de destinos” que señala Violeta Núñez, nos tiene que alejar de ser meros barrenderos de la “basura humana” que el sistema genera, sino luchar por la justicia social, la cooperación y la construcción de una ciudadanía activa, crítica y política.
Por último añadir, que el pleno desarrollo de una sociedad y el bienestar de la ciudadanía no puede ni debe residir únicamente en toda iniciativa que parta desde la instituciones de Gobierno, aunque está claro que éste tiene una responsabilidad crucial, ya que el Estado somos todos.
Los educadores sociales, tenemos el compromiso de ser el altavoz de toda aquella injusticia, de promover e impulsar iniciativas ciudadanas que caminen en pro de la defensa de los derechos sociales y humanos, criticar políticas que fomenten la desigualdad. Denunciar todo aquello que no funcione y proponer, diseñar acciones en colaboración con movimientos sociales, iniciativas ciudadanas que en la actualidad son los transgresores de un sistema desigual, injusto que funciona por relaciones de poder político económicas.




Educación Social en el nuevo modelo de bienestar social (1)

Estado de Bienestar y crisis

Vivimos en una sociedad global, donde la diversidad y la heterogeneidad son nuestra realidad. Pero lo que impera es un único orden económico y cultural, el occidental. Un mercado asimétrico de narrativas identitarias (Beck, 1999).
Un mundo diverso cuya esencia es el cambio, la modernidad líquida que señala Bauman (2000), los sólidos conservan su forma y persisten en el tiempo: duran. Los líquidos son informes y se transforman sin parar: fluyen.  Así, la desregulación, la flexibilización, la liberalización de los mercados… son consecuencias de esa fluidez.
El Estado de Bienestar, cuyo origen se remonta a la época de la Ilustración, con la aparición de la figura del  Déspota Ilustrado, hace referencia a traer progreso y bienestar social y económico al pueblo.
Será a partir de 1945, como consecuencia de la crisis generalizada de la Gran Depresión, cuando este término encuentre su sentido, coincidiendo con el auge del capitalismo, o como dice Eric Hobsbawn (1999) “la edad de oro del capitalismo”.
La RAE define Bienestar como, “la organización del estado en la que éste tiende a procurar una mejor redistribución de la renta y mayores prestaciones sociales para los más desfavorecidos”. O como señaló Marshall, “la combinación especial de democracia, capitalismo y bienestar social”.
Los Estados de Bienestar fueron el resultado combinado de diversos factores, entre los cuáles se destaca el reformismo socialdemócrata, el socialismo cristiano, y las élites políticas y económicas conservadoras ilustradas. Todas estas fuerzas políticas y sociales en conjunto con los sindicatos impulsaron reformas de seguro obligatorio, protección al trabajo, salario mínimo, expansión de los servicios sanitarios y educativos, y alojamientos subvencionados estatalmente (Offe, 1990)

El estado de bienestar realiza una serie de intervenciones públicas, tales como: los servicios públicos, que incluyen la sanidad, la educación, servicios de ayudas a las familias. Normas y sanciones para proteger a los ciudadanos y residentes. Ofrecer las condiciones necesarias para la creación de un buen empleo y la reducción de las desigualdades sociales.
Actualmente, estamos viendo como los pilares que sostienen dicho estado de bienestar están muy deteriorados, tanto en Europa, como España.  Dichos pilares son, sanidad, educación,  pensiones. Y un cuarto pilar, como señala Vicenç Navarro, servicio de ayuda a la familia a través de las escuelas de infancia y servicios domiciliarios (dependencia).
Hemos sufrido una profunda crisis financiera y económica, derivando  en crisis política. Y como consecuencia de ello, padecido unos enormes recortes sociales para evitar “la quiebra” del estado, y ahora podemos ver las consecuencias a nivel social, la desigualdad.
La crisis ha sido la expresión de la exuberancia irracional de los mercados, dejando enormes consecuencias sociales y económicas. La socialización de las pérdidas, la reducción del gasto público, reformas que llevan al déficit, rebajas fiscales…. Todo ello supone la debilitación del Estado, dejándole sin capacidad para hacer frente a los efectos sociales de la crisis y avanzar en el desarrollo de los derechos sociales. Es decir, no ha habido una refundación ética del capitalismo.
Hay que señalar, que en España el Estado de Bienestar, siguiendo el modelo Mediterráneo, se caracteriza por su desarrollo tardío, con un gasto social bajo, basado en las pensiones, segmentación de los derechos,..Y con el auge de las ideas neoliberales el pacto social construido en torno al Estado de Bienestar se está desmantelando, mejor dicho, se lleva desmantelando desde la Gran Depresión, y ahora, con la Gran Recesión,  a través de la privatización de derechos (y de lo público), la  idea de la economía por encima de todo, en definitiva, impera la filosofía del pensamiento único que señala Gramsci.

       Políticas sociales. Actualidad y futuro

Con esta situación, nuestros gobernantes entendieron que la solución, o mejor dicho, el parche para la crisis era llevar a cabo políticas de ajuste permanente, que tenían como objetivo, recuperar la confianza en los mercados y la consolidación fiscal. Esto se traduce en, mejorar el enorme crecimiento de las rentas del capital y su concentración en una minoría; y por otro lado, la escasez de dinero para la mayoría de la población,  tal y como apuntan desde el Observatorio Social de España.
A nivel social, todas estas políticas de ajuste vacían el contenido del Estado de Bienestar y cuestionan el pacto intergeneracional y supraclasista. Pretendiendo que la viabilidad de este sistema pase por su polarización y su condición asistencialista.
Así, el panorama actual nacional está compuesto por nuevas formas de pobreza, precariedad, abandono y olvido hacia los más vulnerables, con una situación Europea de incertidumbre y desconfianza. Desconfianza de los ciudadanos en las instituciones, las cuales tendrían que ser garantes de sus derechos.
Las políticas de austeridad responden a los intereses de una minoría, el capital financiero, puesto que la opción de las políticas redistributivas afectaría a la inflación, y con ello a la banca. Y por otro lado, tenemos que las prácticas especulativas de la banca se están dirigiendo hacia áreas como la seguridad social y los servicios públicos (Navarro, 2012).
El futuro pasa por las políticas de crecimiento  dirigidas a la redistribución de la riqueza para garantizar los cuatro pilares del bienestar como apunta Rodríguez Cabreo. Y que la economía siga la senda del crecimiento sostenible, la senda del desarrollo social. Para ello hace falta una redefinición del marco europeo donde la política gobierne al mercado, el crecimiento sustituya al ajuste continuo, y lograr acuerdos en función de los derechos sociales.
Comenzando esta reforma en un contexto europeo, donde las reformas persigan el desarrollo social, atendiendo así a la cuestión social (desarrollo de los derechos) a través de tres acciones, garantizando una renta, promoviendo la inclusión laboral y unos servicios públicos de calidad (sanidad, educación y servicios sociales). Para que en clave nacional, los Estados se preocupen por la producción de bienes colectivos e inversión social, abandonando así la idea de un  Estado asistencialista.
El marco general de actuación viene dado por la inexcusable necesidad de impulsar un nuevo pacto social y adaptarlo a las exigencias del nuevo escenario postindustrial y global (Jordi Sabater y Anne-Margrethe Semneland 2010). Es decir, reformular aquel estado de bienestar del siglo XX, donde se siga luchando por una sociedad más justa donde las necesidades de las personas estén cubiertas y puedan desarrollar sus proyectos de vida.